Antes de emprender la tarea de reunir y antologar a un puñado de poetas cuyo único denominador común era vivir o haberse formado en Barcelona, era necesario consultar la “autoridad” de Francisco Javier Cubero, quien conoce el “gremio” mucho mejor que nadie, y pedirle su opinión. Así que decidimos irlo a visitar a su bar habitual, El Pato Loco.
Tan sincero como siempre, nos anunció que carecíamos de criterio, la antología era inviable, íbamos a ser fusilados por la crítica, nos metíamos en terreno pantanoso; carecíamos de poder para construir una antología “representativa”.
Aun así, ¿por qué echarse atrás?
Nuestro monstruo no se llamaría “antología” sino “muestra”, es decir, libro de poemas a secas. La crítica nos haría un favor si nos ametrallaba. Además, si no incluíamos a autores representativos… ¿a quién le importaba?
Actualmente se considera que la poesía española pasa por una etapa de interregno entre lo que vino a ser “poesía de la experiencia” (junto a otras corrientes herméticas que conviven con ella) y un movimiento futuro que sepa demostrar su solidez. Sin embargo, este movimiento entendido como nómina con propuesta identitaria no existe ni llegará. Lo que se ha evaporado es el sistema de poetas reyes u obispos que imponen su política exterior a golpe de cetro y báculo. Por lo tanto, entender que una nómina limitada de escritores representan a la España de la Democracia desde 1980 es tan falso como insulso.
Así pues, ya teníamos criterio: publicar cualquier tipo de poesía excepto nauseabunda poesía de la experiencia.
El resultado, el texto conocido como “Domicilio de Nadie”, viene a demostrar que Barcelona no es más que una amalgama. Poesías anglogallega, italoargentina, hispanoitaliana, grecohispana y, cómo no, hispanocatalana, surrealista y neoclásica, torrencial y sintética, conviven en este volumen cuya intención no es otra que demostrar que bajo el coro de ranas que piden rey existe un ejercicio de escritura en libertad al margen del mercado masivo. Barcelona es el domicilio de muchos poetas, pero también de tantas identidades que estas pueden ser a la vez una o todas.
Y esto sin caer en la ingenuidad de que esta poesía es reclamada por un público, y por lo tanto de un mercado. Porque el comprador y lector real de poesía está a algo cansado de los catecismos de siempre. Quiere gente nueva, vieja o joven, pero sobre todo nueva y comprometida.